En un entorno basado en la producción y la competitividad, esta predisposición a centrarse exclusivamente en la vida laboral se considera más una cualidad valiosa que un problema. Tanto es así que actualmente no aparece esta adicción en los manuales de diagnóstico más habituales (CIE-10 o DSM-V) y que no fue hasta 1971 en que el médico y psicólogo Oates publico la primera obra referida a ella, denominándola workaholism (de work, trabajo y aholism, alcoholismo).
Este mismo autor definía la adicción al trabajo como “un comportamiento que tiene ciertos parecidos con la conducta alcohólica, por su carácter compulsivo y exento de control y que puede llegar a constituir un riesgo para la salud personal, su felicidad, relaciones interpersonales y funcionamiento social”. Otros estudiosos del tema, definen al adicto al trabajo como “una persona altamente implicada en el trabajo, compelida al trabajo por presiones internas y con una escasa capacidad para gozar del mismo”.
Ya se ha comentado que este tipo de adicción está bien considerada socialmente y se ha visto y se ve como una cualidad valiosa en todo buen empleado. Sin embargo, a finales de los años 80, algunos estudios empezaron a correlacionarla con enfermedades cardio y cerebrovasculares, trastornos psicosomáticos, digestivos y osteomusculares, además de problemas afectivos y familiares. A este respecto, desde mucho antes de estos estudios, en Japón se conocía el llamado síndrome de Karoshi (o Fatiga Crónica), relacionado con la muerte repentina por hemorragia cerebral o insuficiencia cardiaca o respiratoria provocada por haber trabajado hasta la extenuación.
¿Adicción al trabajo? ¿Pero eso no es una expresión popular sin contenido? ¿En serio alguien puede ser adicto al trabajo como un ludópata lo es al juego sin control? Estas no son cuestiones con una respuesta simple, pero trataremos de aclarar algunos puntos relacionados con ella.
1- Eso de la adicción al trabajo es una entelequia. El que trabaja muchas horas es porque quiere, porque ha decidido hacerlo libremente o porque le gusta mucho su trabajo.
En primer lugar hay que puntualizar, respecto a las conductas adictivas, que no se adquieran voluntariamente (por lo menos, no ocurre así en la inmensa mayoría de los casos).
Algo que se inició por placer (el que puede provocar, por ejemplo, la satisfacción de acabar una tarea en un tiempo que parecía insuficiente) puede acabar realizándose incluso aunque nos provoque serios perjuicios (como un adicto a la heroína que busca la sensación que le produjo el primer “chute”). La persona afectada acaba centrándose de manera casi exclusiva en un solo ámbito, el laboral, y descuidando los demás (amigos, familia, etc.). Esta actitud no es, en absoluto, saludable. Tiene consecuencias tanto a nivel psíquico como físico, como ya hemos apuntado en la introducción a este tema.
Respecto a las conductas que se pueden tornar en adictivas, hay una serie de riesgos en el ambiente laboral que pueden contribuir a que se produzcan. Por citar algunos:
- Presiones económicas, familiares y sociales
- Temor a perder el trabajo
- Competitividad del mercado laboral
- Necesidad de conseguir el éxito deseado
- Temor a los jefes prepotentes, exigentes y amenazantes
- Elevados niveles de autoeficacia laboral
- Carencia de afectos personales que se intentan suplir con el trabajo
2- Pues vale, yo trabajo muchas horas pero no soy un adicto. Controlo la situación perfectamente. Lo que me pasa es que soy un perfeccionista y no puedo dejar las cosas a medias. Además, soy multitarea y puedo hacer muchas cosas a la vez sin problemas.
Una de las características que se dan en toda adicción es la de la negación. La persona afirma controlar la situación y poder dejar de realizar las conductas patológicas a voluntad (eso cuando se reconoce que estas son perjudiciales para uno mismo, lo que no es habitual).
¿Realmente es una persona productiva quien más horas trabaja? Desde la psicología de las organizaciones han empezado a escucharse voces críticas al respecto. En nuestro país, hay una larga tradición que consiste en premiar el “presentimos”: cuantas más horas en el puesto de trabajo, más reconocimiento por parte de los superiores. Con las nuevas tecnologías y la posibilidad del teletrabajo, esta forma de entender la productividad ha dado lugar a situaciones en las que la desconexión del ambiente laboral es casi imposible.
En este caldo de cultivo, se crean perfiles de trabajador que no son, ni mucho menos, los que toda organización encarada al rendimiento y la productividad desearía. Por citar a algunos:
El “perfeccionista”: Se pasa horas y horas revisando las tareas y los resultados de las mismas. Establece una serie de requisitos que alargan innecesariamente el tiempo de trabajo. Al final, el esfuerzo empleado no se corresponde con los resultados. Pero eso sí, dedica muchas horas que no cobra y acaba siendo recompensado por ello. El problema es que este tipo de perfiles desmoralizan a los que colaboran con él: siempre está en actitud crítica respecto al trabajo de los demás y acaba rectificando todo lo que hacen. Su incapacidad para comunicar, delegar y establecer criterios solidos acaba provocando desmoralización, abatimiento e indefensión aprendida (concepto este último que merecería un artículo exclusivo para él).
El “multitarea”: Abre muchos temas a la vez y presume de tenerlos todos bajo control. Si se observa con detenimiento, vemos que lo que pasa en realidad es que se centra en unos pocos (cuando no solo en uno) y los demás se van descontrolando. Al final, esto le obliga a ir “apagando fuegos” que el mismo ha provocado, pero presume de “ir a tope” y “trabajar bajo presión”. Se jacta de que el estrés es algo necesario y no puede concebir otra manera de hacer las cosas. Este tipo de comportamiento también tiende a ser premiado en la mayoría de las organizaciones, con las consiguientes consecuencias para el ambiente laboral y la salud de los empleados.
No es difícil identificar a este tipo de trabajadores a nuestro alrededor. De hecho, España puede presumir de tener una de las productividades más bajas entre los países de su entorno, a la vez que ocupa puestos de cabeza en cuanto al número de horas trabajadas. No, más horas no significa hacer más trabajo y nos aboca a unos horarios irracionales que hacen prácticamente imposible conciliar la vida laboral y familiar, con el consiguiente deterioro de la salud psíquica de los empleados.
A modo de conclusión:
La adicción al trabajo es una patología preocupante que habitualmente se oculta bajo el disfraz de la implicación y el amor por el trabajo bien hecho. Las organizaciones siempre han manifestado un presunto interés por tener trabajadores implicados, felices y, por tanto, productivos. Pero a la hora de la verdad, el beneficio prima sobre todos los demás factores. Aunque la realidad se trata de ocultar tras eslóganes corporativos vacíos y toneladas de marketing interno, esta es muy insistente y siempre acaba saliendo a flote, mostrando las contradicciones entre discurso y lo que sucede en el día a día de las relaciones laborales.
El objetivo de este artículo no es el de ser exhaustivo con el tema a tratar. Tan solo dar unas pinceladas sobre temas relacionados con el bienestar en el trabajo y ofrecer enlaces a todo aquel que quiera seguir indagando. Esperamos que os guste este planteamiento. Si es así, este solo será el primero de una serie escritos sobre temas que creemos son de interés general.
Enlaces de interés:
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Adicción al trabajo (workaholism). Patología psicosocial del siglo XXI
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